Concrete‘ es quizás uno de los tebeos más inclasificables que uno pueda haber leído. La obra de Paul Chadwick es tan inusual, y en tantos aspectos, que lo convierten en un cómic único. Su protagonista es un humanoide de hormigón, pero no es una historia de superhéroes. Es un relato de ciencia ficción, pero también de aventuras al más puro estilo de Tintín, un thriller, un ensayo sobre el ecologismo, un documental sobre la industria del cine e incluso una reflexión sobre la demografía. Un cómic denso, casi intelectual, que en su momento supuso la declaración de intenciones de la recién nacida editorial Dark Horse.

‘Concrete’ nació en 1986 como un proyecto personal de Paul Chadwick (Seattle, 1957), hasta entonces con una carrera más bien discreta como dibujante de la heroína sandunguera Dazzler. Cuánto hace que la idea rondaba la cabeza de su creador no lo sabemos, pero sí que encontró el terreno abonado. Justo entonces daba sus primeros pasos Dark Horse Comics, el spin-off editorial del librero Mike Richardson, y ‘Concrete’ fue una de las historietas que integraban el primer número de ‘Dark Horse Presents’, el comic book recopilatorio que durante años fue el buque insignia del sello.

‘Concrete’ fue un éxito inmediato. Mientras que el resto de páginas de aquel primer ‘Dark Horse Presents‘ hoy difícilmente se recuerdan, el personaje de Chadwick ganó pronto popularidad, y ya en el segundo número de la publicación ocupó la portada. Algo que haría habitualmente a partir de entonces; solo en las 20 primeras entregas, el hombre de hormigón apareció en once de las cubiertas. El relativo éxito de público vino acompañado de premios, con varios Eisner cosechados en 1988 y 1989, al que se sumaría en 2005 otro a mejor guionista/dibujante  por la historia ‘El dilema humano’.  Para más información sobre el devenir editorial de ‘Concrete’, tanto en EE.UU. como en España, lo mejor es visitar este artículo de Enrique Ríos en Zona Negativa.

Primeras páginas de 'El dilema humano'. Chadwick decidió colgar esta miniserie completa en su web, http://www.paulchadwick.net

Concrete, el gigante de hormigón que vino de las estrellas

‘Concrete’ lo tiene todo para ser un superhéroe al estilo clásico. Su protagonista es Ron Lithgow, un escritor de vida más o menos acomodada y anodina que se gana las alubias redactando discursos para un senador. Tras divorciarse, Ron necesita un poco de aire, y se va junto a un amigo de excursión por la montaña. Su escapada da un giro inesperado cuando ambos son raptados por una extraña raza alienígena, que los usa como cobayas para trasplantar su cerebro humano a un cuerpo artificial de apariencia pétrea (‘concrete’ significa ‘hormigón’ en inglés). Llevados por la desesperación, los dos amigos trazan un plan para huir de sus captores extraterrestres. Solo Ron lo consigue, y ve como lo que hasta entonces parecía una montaña se eleva en el cielo en forma de nave y se aleja hacia las estrellas.

La amenaza del espacio exterior se ha ido volando, pero con ella también toda esperanza para Ron de volver a ser normal. Gracias a su amistad con su jefe, el senador, Ron consigue contactar con el Gobierno de Estados Unidos, que empieza con él un programa de investigación. Pero que Concrete sea una mole marciana no significa que haya dejado de ser un tipo que quiere seguir, en la medida de lo posible, con su vida. Así que, tras algunas tensiones, se decide dar libertad al humanoide pétreo; la tapadera de cara a la sociedad será que es un cyborg construido por el Gobierno.

Un aventurero polivalente

Hechas las presentaciones, y con un protagonista con un cuerpo de hormigón, extraordinaria fuerza, gran capacidad para saltar y visión sobrehumana, uno podría esperar que la historia tomara tintes de género superheróico o de pura aventura. Pues no. Desde su mismo arranque, Chadwick se encarga de marcar el personal tono de ‘Concrete’ con la aparición de los dos co-protagonistas: el ‘pichabrava’ Larry Munro, un aspirante a escritor que ejercerá como asistente de Ron y que le ayudará a redactar sus libros, y la bella Maureen Vonnegut, la bióloga encargada de hacer seguimiento científico al cuerpo alienígena. Ambos se convertirán en casi compañeros de piso  (o mejor dicho, de almacén) de Concrete, y la relación con ellos dará lugar a muchas de las situaciones del cómic.

Concrete, privado de cualquier posibilidad de retomar su vida anterior y de placeres como la comida o el sexo, decide dar rienda suelta a las aspiraciones aventureras de su niñez y embarcarse en las más insólitas empresas, bajo la excusa de documentarse para sus libros (porque esa será la nueva profesión ‘oficial’ de la mole, escritor). Así, convertido en una celebridad mundial, lo mismo acudirá al rescate de unos mineros, a surcar los mares o a escalar el Everest que se meterá a granjero, rodará una película como ‘ayudante’ de efectos especiales, será guardaespaldas de una estrella del rock o se embarcará en causas ecologistas en los bosques canadienses.

Las andanzas de Ron Lithgow como Concrete oscilan entre la aventura y la reflexión. Paul Chadwick hace un indisimulado uso de Concrete para expresar opiniones e inseguridades propias sobre los más diversos temas, e incluso parece a veces que el cómic le sirve como excusa para documentarse en cuestiones que le interesan. La lectura se hace por momentos densa, pero el resultado general es una curiosa mezcla de géneros en la que el elemento predominante, por raro que parezca vista la premisa del tebeo, es el ‘slice of life’ documental.

‘Concrete: El dilema humano’

Las historias de ‘Concrete’, publicadas en su última edición en España por Norma Editorial en siete tomos que recogen el material de forma cronológica, se pueden leer casi sin problema de forma independiente, ya que están planteadas en su mayoría como mini-series cerradas. Hay incluso un volumen, el sexto, el titulado ‘Una extraña armadura‘, que vuelve a contar el origen del personaje, una génesis con la que Chadwick no estaba muy conforme y a la que decidió regresar casi una década después de haber presentado el personaje. Pero aquí vamos a centrarnos en la historia de ‘El dilema humano‘ (2006), en la que como en ninguna otra se retratan el autor y sus personajes.

A lo largo de sus historietas, uno de los temas recurrentes en ‘Concrete’ es el de la imposible sexualidad del personaje. El cerebro de Ron Lithgow se ha visto atrapado en un cuerpo carente de atributos masculinos, pero eso no significa que haya dejado de sentir las pulsiones propias de un hombre. El pobre lo pasa mal, más teniendo a su lado a la atractiva Maureen y al muy activo Larry. Una frustración a la que da salida coleccionando pinturas de desnudos femeninos, pero para la que no tiene consuelo. Esta característica de Concrete que va a ser muy importante en ‘El dilema humano‘.

En este tomo, Concrete es requerido por un millonario para que haga campaña a favor del control de la natalidad. Ron/Concrete, que en anteriores ocasiones había dado muestras de sus preocupaciones ecologistas, no es ajeno al problema de la superpoblación humana y coincide con el fondo de lo que plantea el rico empresario, aunque no tanto con las formas. Porque lo que este pretende es que Concrete haga uso de su fama, sus dotes de oratoria y, sobre todo, de su ausencia de sexo, para vender las bondades de un programa de esterilización voluntaria para parejas jóvenes, a las que a cambio de su renuncia a la paternidad se les darán becas y ayudas sociales. El mensaje es claro: no es necesario reproducirse para tener una vida plena, y ahí está Concrete para demostrarlo.

Evidentemente, todo este tinglado genera muchas dudas y contradicciones en Concrete, pero finalmente acaba aceptando, un poco por convicción y un mucho por la generosa recompensa del mecenas. A partir de aquí, Chadwick vuelca sus inquietudes sobre el tema en el tebeo. Podría considerarse casi un ensayo sobre la superpoblación y sus consecuencias, pero sería erróneo. El autor, como bien señala en la introducción, sabe que no hay nada más soporífero que un panfleto sesudo, así que dota al relato de grandes dosis de acción, drama y suspense. El resultado es un tebeo dinámico, en el que contrasta continuamente el mensaje racional que trata de lanzar Concrete con los actos de los personajes. Humanos (e incluso monstruo) que, por lógicos que sean, no pueden escapar a su naturaleza y tienden a follar y criar como todo bicho viviente.

Chadwick, igual que pone en boca de uno de los personajes, sabe que la polémica es la mejor manera de que se hable de un tema. Por eso sitúa a Concrete en medio de la controversia, como una especie de pensador de piedra cuyas convicciones no son en blanco y negro, sino que, como el hormigón que lo recubre, tienen la tonalidad gris del que desconfía de las verdades absolutas. En ‘El dilema humano’, Chadwick, igual que en otras sagas de ‘Concrete’, dialoga con el lector y le invita a que se forme su propia opinión sin renunciar a dar la suya.

Una saga apasionante

Por todo esto, por lo que cuenta y por cómo lo cuenta, ‘El dilema humano’ resulta un tebeo apasionante. Así debió de pensarlo también la industria estadounidense, que, tras haber encumbrado a’Concrete’ en sus inicios y haberse olvidado de él durante una temporada, volvió a dar un Eisner a Chadwick en 2005 por esta saga.

Que pasaran tantos años entre los primeros Eisner y este último no quiere decir que las entregas intermedias sean menores. Es más bien que, una vez superado el impacto de la novedad, ‘Concrete’ se convirtió en una serie de largo recorrido. Aunque cada arco argumental contaba algo completamente distinto, desde un thriller policíaco a la vida en una granja, ya no tenía ese primer impacto. Sin embargo, precisamente por esta variedad y por todo lo contado anteriormente, ‘Concrete’ es un cómic fascinante. Una lectura que atrapa y que se graba en la memoria como pocas.